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Los del Caribe no son los únicos costeños de Colombia

Rubén Darío Álvarez Pacheco, muchachon@rinconguapo.com

Llevo varios años preguntándome por qué los habitantes de la Región Caribe nos creemos los únicos costeños de Colombia, siendo que al suroccidente del país tenemos la costa Pacífica, a orillas del océano Pacífico, un mar tan importante como podría serlo la gran cuenca caribeña.

No obstante, las palabras “costa” y “costeño” (en lugar de “Región Caribe” y “caribeño”) vienen siendo reforzadas, desde hace años, por los medios de comunicación de Bogotá y su imposición centralista, a la vez que por los gestores culturales y políticos del Caribe.

Hice la pregunta al periodista chocoano Wagner Mosquera Palacios y éste, a la vez, la remitió a varios de sus coterráneos, algunos de los cuales explicaron —palabras más, palabras menos— lo que vengo diciendo: la visión andino céntrica, sumada al abandono institucional y mediático del Pacífico, ha hecho que se crea que la única costa de Colombia es la Región Caribe.

Lo otro es que cuando se habla del Pacífico, a pesar de la importancia de su mar, se le relaciona más con la selva y con los ríos, lo que hace creer que por eso no se les debería decir “costeños”, pero dijo uno de los colegas de Mosquera Palacios que, “si lo vemos bien, los del Pacífico somos más costeños que los del Caribe, porque somos el único territorio de Colombia que tiene costas en ambos mares”.

Se refería a los municipios de Acandí y Unguía, que están a orillas del mar Caribe.

Asimismo, anotó, muy acertadamente, que el que la zona Pacífica esté enmarcada dentro de selvas y ríos nos óbice para que no se le reconozca como costeña, puesto que el departamento del Cesar está enmarcado dentro de montañas y ríos y sin contacto con el mar, pero de todas maneras a sus habitantes se les considera costeños.

Otros contemplan que la idea de que los del Pacífico supuestamente no son costeños, es también una de las manifestaciones del racismo nacional en contra de los negros, puesto que es bien sabido que en esa región la mayoría de la población pertenece a la etnia afrodescendiente; y, como todas las poblaciones negras de Colombia, ha sufrido abandono, discriminación y poca presencia institucional.

Entonces, a la vez que me hacía la pregunta y recogía datos por aquí y por allá, logré conformar el siguiente resumen, que no pretendo que sea la respuesta definitiva a esta inquietud (que tiene tanto de ancho como de largo), pero miren lo que dicen diversos autores:

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En el mapa parece evidente: Colombia tiene dos grandes costas, la del Caribe y la del Pacífico. Sin embargo, en el imaginario nacional la palabra “costeño” designa casi siempre a los habitantes del Caribe, mientras que los del Pacífico rara vez son nombrados de esa manera. ¿De dónde viene esta percepción?

El sociólogo e historiador Orlando Fals Borda, en su obra “Historia doble de la Costa: Mompox y Loba”, mostró cómo, desde el período de La Colonia, el Caribe colombiano desarrolló una cultura propia, muy ligada al comercio, la música y la oralidad, que lo distinguió del interior. Esa autoafirmación cultural ayudó a que el gentilicio “costeño” se asociara casi exclusivamente con la región.

El economista e historiador Adolfo Meisel Roca ha explicado que durante el siglo XIX y buena parte del XX, el Caribe fue la región costera con más vínculos con el centro del país. El comercio portuario de Cartagena, Barranquilla y Santa Marta conectaba, de manera más directa, con Bogotá que con Buenaventura o Tumaco. Esa cercanía económica reforzó la idea de que los “costeños” eran únicamente los del Caribe.

El historiador Eduardo Posada Carbó señala, en varios de sus ensayos, que la Región Caribe se concibió y fue percibida como un bloque cultural compacto: con una música reconocible (vallenato, cumbia, porro), una literatura que dio figuras como Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez y Marvel Moreno, y una vida política marcada por liderazgos regionales. Todo esto alimentó la identificación entre “costeño” y “caribeño”.

Por contraste, el Pacífico ha sufrido lo que el historiador Alfonso Múnera llama un proceso de marginación estructural: poca inversión estatal, débil presencia institucional y una invisibilización mediática de su cultura afrodescendiente. A pesar de su riqueza musical y gastronómica, el Pacífico no logró instalarse en el imaginario nacional como “costeño” sino como “afro”, “chocoano” o “vallecaucano”.

También influye la mirada desde el centro. Para Bogotá, el contacto cotidiano fue mucho más fuerte con la Región Caribe: migraciones laborales, universidades, comercio, fiestas que llegaron al centro. El Pacífico quedó rezagado en esas interacciones. De allí que, en la capital, cuando alguien dice “costeño”, lo primero que viene a la mente es un barranquillero, un cartagenero o un samario, pero no un tumaqueño o un bonaverense.

Así las cosas, el que en Colombia la palabra “costeño” se use casi como sinónimo de “caribeño” no es una casualidad lingüística. Es el resultado de procesos históricos, económicos y culturales explicados (como ya se vio) por investigadores como Fals Borda, Meisel Roca, Posada Carbó y Múnera. Detrás de esa palabra hay una identidad afirmada, pero también una exclusión: el Pacífico, con toda su riqueza, sigue esperando ser reconocido como una costa tan colombiana como la otra.

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He ahí la explicación de por qué el que está en Bogotá dice “voy para la Costa”, pero no específica si va para el Caribe o para el Pacífico, porque se sobre entiende el significado institucional de la palabra “Costa”.

“Somos costeños y más na’”, dice el estribillo de una canción muy celebrada en las redes sociales, pero sin explicar de cuál región se está hablando, tal como en el programa Sábados Felices existía una sección titulada “Costeños”, protagonizada por tres humoristas vestidos con sombrero vueltiao, suéteres amansa locos, camisas mangas largas de cuadro, guayaberas y abarcas; y sentados en taburetes de cuero. En medio de ese contexto no había que explicar a quiénes se estaban refiriendo.

Pero una cosa curiosa: los tres estaban, supuestamente, representando a gentes del Caribe colombiano, pero en realidad hablaban como barranquilleros. Y ahí viene el otro nudo del tema: para los bogotanos, Barranquilla es la representación indiscutible de la Región Caribe. Y los habitantes de esa ciudad lo creen sin cortapisas.

Sólo basta repasar las redes sociales para presenciar la cantidad de videos donde salen barranquilleros diciendo cómo es que se habla en la “Costa”, cómo se baila, cómo se come, etc., sin tomar en cuenta que la Región Caribe es un mundo diverso y amplio, donde cada departamento también es ricamente variado y con diferencias grandemente marcadas.

Para corroborarlo, tomemos por caso el departamento de Bolívar, donde los habitantes del norte distan mucho de parecerse a los del centro; y estos, a su vez, están muy lejos de parecerse a los del sur. Y eso sin mencionar las subregiones y poblaciones localizadas entre montañas, ciénagas y ríos que, podría decirse, constituyen otro país dentro del departamento. Lo mismo pasa con las otras seis regiones del Caribe.

Miren la explicación de por qué los bogotanos creen que Barranquilla sola es toda la Región Caribe:

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La idea de que el barranquillero es “el costeño por excelencia” tiene varias raíces históricas, sociales y culturales. Desde finales del siglo XIX y comienzos del XX, Barranquilla se consolidó como el principal puerto de Colombia. Allí entraban mercancías, modas, libros y hasta inmigrantes europeos y árabes. Esa condición la convirtió en la “puerta de entrada” al país y en la cara más visible del Caribe ante el interior.

El comercio entre Bogotá y Barranquilla fue mucho más intenso que con Cartagena o Santa Marta en el siglo XX. De hecho, buena parte de los bogotanos que conocieron la Región Caribe en esa época lo hicieron primero a través de Barranquilla. Eso marcó la percepción capitalina: cuando decían “voy para la costa”, significaba “voy para Barranquilla”.

El Carnaval de Barranquilla se convirtió en la fiesta caribeña más difundida a nivel nacional. La radio, la prensa y luego la televisión proyectaron a la ciudad como el centro cultural del Caribe. Escritores como Álvaro Cepeda Samudio, periodistas como Juan Gossaín y Édgar Perea; y músicos como Pacho Galán y Joe Arroyo reforzaron la imagen del barranquillero como prototipo del “costeño”.

La personalidad atribuida al barranquillero (extrovertido, rumbero, dicharachero) encajó con el estereotipo que, desde el interior, se fue construyendo del costeño en general. Aunque esa descripción no representa igual a todos los caribeños, Bogotá la adoptó como una síntesis cultural.

Así como Bogotá centraliza el país, dentro del Caribe Barranquilla centralizó la representación de la región. Al ser la ciudad más industrializada, con mayor migración y con un periodismo fuerte, desplazó a otras voces caribeñas y se erigió en vocera del conjunto.

Por todo esto, para muchos bogotanos (y colombianos en general) decir “costeño” equivale a decir “barranquillero”, aunque la Región Caribe es mucho más amplia y diversa, con identidades fuertes en Cartagena, Santa Marta, La Guajira, el Cesar, Córdoba o Sucre.

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Pero, evidentemente, se impone la comodidad bogotana de ver lo barranquillero como costeño. De ahí que todo lo que se ponga de moda en Barranquilla se toma como si fuera moda en toda la Región Caribe. Eso explica, desde luego, el equívoco también bogotano, según el cual la totalidad de los habitantes de la Región Caribe (desde el norte de La Guajira hasta el sur de Córdoba) nos pasamos todo el día pronunciando la palabra mondá.

Una vez le pregunté a un actor de la Región Caribe cuál era la razón para que en las telenovelas creadas en Bogotá, los actores que van a encarnar a un caribeño exageren el tono, cuando deberían hablar con toda naturalidad, puesto que se supone que provienen de la gran cuenca caribeña. El artista me respondió lo siguiente:

“Lo que pasa es que ese es el esquema del costeño creado por los productores de las telenovelas. A ellos no les interesa de qué parte de la Costa seas ni como hables. Te imponen que debes hablar y actuar como ellos lo tienen previsto. Es decir, puede que seas nacido en Lorica (Córdoba), pero ellos te obligan a que te disfraces de barranquillero, para que, según ese cliché, puedas convencer a la tele audiencia de que estás caracterizando a un ‘costeño’”. Al final, lo que llamamos “la Costa” es un espejo de cómo Colombia ha construido sus imaginarios: entre el centralismo bogotano, la fuerza cultural del Caribe y la marginación del Pacífico. Pero si de mares se trata, la verdad es que nuestro país tiene dos costas igualmente valiosas y dos poblaciones que, con sus acentos, músicas, cocinas y maneras de vivir, son igualmente costeñas. Reconocerlo no sólo es un acto de justicia histórica sino también una oportunidad para mirarnos como una nación más amplia, diversa; y, sobre todo, consciente de que el Caribe y el Pacífico son dos rostros de un mismo país de orillas abiertas al mundo.

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