Rubén Darío Álvarez Pacheco, muchachon@rinconguapo.com
En 2013 se publicó el libro Mutaciones, de la poeta cartagenera Dora Isabel Berdugo Iriarte, una de las mejores cifras con que cuenta la poesía no solo de la capital de Bolívar sino también de la Región Caribe colombiana.
Posteriormente, en este 2021 se publicó la antología Aproximándome a tus pasos, la cual vino a confirmar la validez de esa letra y el poder de la imaginación de esta escritora, que ha medido sus fuerzas en certámenes regionales y a nivel nacional.
Así las cosas, Dora integra la pléyade (desafortunadamente pequeña) de buenas poetas de Cartagena como Eva Durán, Margarita Vélez (hija adoptiva de la Ciudad Heroica) y Tania Maza, quienes le han apostado a una poesía realista y potente, pero no menos elegante y tierna, aunque las temáticas que traten sean desgarradoras como en ocasiones podría serlo la vida misma.
Es abogada, dramaturga y actriz; y, de vez en cuando, incursiona en la docencia, como cuando la invitan a dictar talleres de escritura creativa y artes escénicas para niños y jóvenes atosigados por el prurito de contar historias.
Al lado de todo eso corre su activismo en favor de la etnia afro, mientras que sus poemas vienen siendo traducidos a idiomas como el francés, el armenio, el árabe, el mandarín, el portugués y el inglés.
Son varios los títulos profesionales que cuelgan de su cuello, aunque el primero hubiera sido el de narradora de cuentos y novelas, pero el gusanillo de la poesía terminó por derrotar esos primeros intentos; y hela aquí conversando con nosotros sobre las desnudeces de su alma.
Eso de cometer poemas
—¿Cómo se llega a la poesía?
—En mi caso, llegué a la escritura a los 12 años de edad. Empecé haciendo minicuentos que no me satisfacían, ni en el fondo ni en la forma. No se acomodaban a mi sentir, ni a mi pensar. Entonces, poco a poco me fui arrimando a los poetas, en quienes encontré un lenguaje más cercano a mi sensibilidad. Fue así como comencé a trabajar el libro Mutaciones, que terminé en 1995; y ese mismo año participé en el concurso de Jorge Artel, donde obtuve un segundo puesto compartido.
—¿En tu familia fuiste quien inauguró la escritura?
—En cuanto al núcleo materno-paterno, sí. Pero tengo pergaminos de poeta por los apellidos Berdugo Iriarte. Mi abuelo se apellidaba Iriarte Obeso. El apellido Iriarte, en el histórico de España, es un apellido de poetas. Inicialmente, se escribía “De Iriarte”, como en el caso del gran fabulista Tomás de Iriarte. Aquí en la Región Caribe tenemos a Miguel Iriarte y a Patricia Iriarte. Incluso, Margarita Vélez tuvo una abuela de apellido Iriarte. Es decir, por ese lado lo que tenemos es un pergamino de poetas. Y por el lado de los Obeso, la negritud y la poética afro están ahí marcadas.
—Y en el corregimiento de Rocha (Arjona) está una familia Iriarte, también dedicada al arte (iri – arte), propietaria del picó El rey de Rocha…
—Parece ser que ellos son familia de mi tatarabuelo.
—¿Quiénes fueron tus maestros en la poesía?
—En principio, en el colegio departamental, tuve un maestro de literatura llamado Jaime Arturo Martínez, quien en ese momento se había ganado el premio al poeta del Caribe. Él nos presentaba la poesía de diferentes formas, no solamente a través de la que él hacía, pues también tuvimos un taller de literatura que se llamó “Poevía”, al cual asistían poetas como Argemiro Menco, José Ramón Mercado, José María Amador, Rómulo Bustos, Dalmiro Lora, entre otros, quienes integraban el taller “El canto de la cabuya”, al cual pertenecía Jaime Arturo Martínez. Posteriormente tuve contacto con otros poetas, pero ya estaba aleccionada con los autores que nos mostró Jaime Arturo, como Pessoa, Kavafis, Tagore, Whitman, Borges, Barba Jacob, Vallejo y Elliot, entre otros, que todavía leo, como Raúl Gómez Jattin, quien, entre otras cosas, fue mi amigo.
—¿No crees que se necesita mucha valentía para ser poeta?
—Creo que, definitivamente, en escritura todo lo que uno hace es un acto de fe y de valentía, pero el poeta se expone más. Mientras al narrador se le da la licencia de ficcionar, al poeta se le exige que exponga su vida. Claro está, no siempre uno expone su vida, pues también puede exponer la vida de los otros. Dentro de mi poesía hay mucho de reflexión, de crítica, pero también hay narrativa, un elemento que nunca pude eliminar, porque creo que todo poema cuenta alguna historia, un instante o describe algo que, en algún momento, se convierte en sublime.
—¿Cuáles son las temáticas que te persiguen?
—Todo eso hace parte de las obsesiones del ser humano. En mi caso, siempre he tenido la idea de que el hombre está incomunicado, y que la palabra no es suficiente para comunicar. Entonces, ese tema se me vuelve recurrente: el uso de la palabra apropiada, la palabra como símbolo, como ente creador o destructor. Esa es una de mis obsesiones. La otra es el ser. El hecho de ser hombre o mujer es asunto difícil, sobre todo ahora cuando a esta sociedad se le ha dado por inventar tantos géneros. Por eso creo que la condición de “humano” es indesprendible del género al cual tú pertenezcas, porque a todos nos toca vivir la vida, ya que a eso vinimos, a vivir nuestra historia, a ser la historia. Y en ese devenir siempre será difícil asumir el riesgo de ser tú mismo, en el sentido de empezar por aceptarte y después imponerte. Finalmente, si no te impones los otros no te van a respetar.
—¿Eso tendrá algo que ver con el supuesto de que hay demasiada poesía, pero pocos poetas?
—Decía Gómez Jattin que cualquiera puede, algún día, cometer poesía, pero no todos tenemos el valor de asumirla como nuestra identidad y como nuestro proyecto de vida. Yo creería que lo que falta son personas más humildes, que asuman la poesía con la grandeza que ella tiene; y que esas mismas personas asuman su humanidad con la pequeñez que se debe. Porque entre más humilde y más pequeño se siente el ser humano frente a lo grandioso y lo sublime que es la poesía, se acerca más a ella. Es que no se puede ser un egocéntrico frente a algo tan inmenso y tan inexplicable, pero a la vez tan poderoso como la poesía.
—¿Crees que los medios de comunicación (y ahora las redes sociales) tengan algo que ver con que el escritor quiera convertirse en una estrella de rock, en vez de sacrificarse por su arte?
—Lo que pasa es que todas las personas quieren ser importantes, quieren visibilizarse; y estamos en una era en la que si no te muestras no eres. Pero, finalmente, me resulta muy curioso, porque el hecho de que no aparezcas en Facebook no quiere decir que tu vida no haya sido relevante para los tuyos. De modo que tú eres importante solamente para los seres a quienes les importas. El resto es mentira. Puedes tener miles de seguidores, aplausos y gente que dice quererte, pero realmente esa relevancia, ese dar y recibir que todos necesitamos sólo está en un círculo muy cerrado constituido por tu familia y tus amigos muy cercanos; y hay que ver a los amigos como la familia que escogiste. Ahora bien, los medios de comunicación no son buenos ni malos, sólo son instrumentos que pueden servir para visibilizar un buen trabajo, pero también para destruir a una persona. Y no solamente a través de comentarios abusivos sino también con los comentarios que te elogian y te hacen perder la perspectiva, te distraes y dejas de ser tú mismo para convertirte en un ser al servicio de lo que otros quieren que seas. Esa fue la tragedia de Maradona. Él decía: “necesito que me necesiten”. Y es esa la sociedad que hemos creado a través de los medios.
—¿Y tú qué hiciste para salvarte de todo eso?
—Mi madre fue una persona muy pragmática; y mi padre, muy centrado. Mi padre personificaba un texto de Antonio Machado que dice: “…A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago…” Mi papá era una persona que tenía siempre la justa medida de las cosas. Nunca se cegó y siempre nos indujo a ser nosotros mismos y a no tener carencias, porque las carencias te hacen infeliz. Mi mamá sigue siendo una mujer pragmática: si un sueño no le parece, lo cambia por otro y listo.
—¿Has compartido esas ideas con los niños y jóvenes que asisten a tus talleres?
—En mis talleres de literatura y teatro siempre, además de estimular la creatividad, inculco en jóvenes y niños el compartir, porque todas las historias nos pertenecen. Por eso podemos escribir.
—¿Cómo ves el panorama de las escritoras en Cartagena?
—Todas las generaciones necesitan sus relevos, lo que pasa es que a veces los relevos no son visibles. Pero sí creo que se está escribiendo buena poesía en Cartagena. Hay mujeres con mucho talante, pero creo que la literatura femenina, específicamente la poesía, está en revisión y construcción. Así que categóricamente no podría mencionar nombres, porque cada quien tiene una manera de ir mejorando su escritura. El problema sería si nos estancamos. Pero mientras haya escritura, siempre habrá la esperanza de que alguien le dé un vuelco a las cosas y marque un hito. Por eso debemos tener fe.
—¿Qué concepto te merece el debate sobre lenguaje inclusivo, no binario indirecto, etc.?
—Creo que la inclusión no es una palabra sino una acción. Yo puedo decirte como sea que tú quieras que te diga, pero al mismo tiempo podría rechazarte, no incluirte y discriminarte. Eso significa que el asunto no está en obligar a decir palabras, para que el otro se sienta mejor. En lo que sí deberíamos sentirnos obligados a trabajar es en el respeto mutuo. Una sociedad inclusiva es una sociedad llena de amor y de respeto. La palabra dicha en tono despótico, por muy inclusiva que sea, es sumamente hiriente, destructora y excluyente.
—¿Qué proyectos hay en tu gaveta?
—En estos momentos estoy enfocándome nuevamente en el teatro. Quiero trabajar unas obras que ya tenía escritas y otras que he adaptado, y que quisiera verlas montadas. También trabajo en la relectura de una adaptación para teatro de la escritora española Itziar Pascual. Ahí retomo todos los personajes femeninos y hago un monólogo de lo que es una pieza teatral distinta. Quisiera profundizar y experimentar un poco más. Es como la historia de todas las mujeres que han sido víctimas de la guerra, fenómeno que no sólo no deja ganadores sino sólo víctimas, porque el victimario es una víctima de su propio invento. De hecho, siempre hice dirección escénica y quiero volver a hacerlo. Por otro lado, he retomado la narrativa: estoy haciendo unos ejercicios con historias cortas, que creo que van a salir en algún momento. Espero que se pueda hacer algo decente con eso.
Una muestra
Impacto
Un disparo certero en el estómago
el sonido de la sangre corriendo entre las piedras
lágrimas y gritos resuenan en la calle
la sorpresa no me permite el pánico
mi cuerpo se desploma ante mis ojos
Vuelvo sin querer a estar consciente
Ahora no creo
Tengo la certeza
Estoy muerta
El dulce sabor del vuelo
Como cualquier hombre me equivoqué
al buscar el cielo de los cielos
Como Ícaro quemé mis alas al encontrarme con el sol
comprendí que no conviene
marcharse a lugares que no nos corresponden
Cosa bien distinta es el sonido de las olas en la playa
el olor a orines de los muros
y la sombra de los objetos en la calle
Es de todos a nadie pertenecen
Sitio Cartagena de Indias
Este lugar tiene sus propios recuerdos
sus paseantes como él son de piedra
todo es pasado y nada está por venir
En este sitio el ayer es interminable
aquí llevo mi vida
y no sé
si soy
fui o seré
el recuerdo de mi pasado
Una piedra caída de este muro