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Desaprender a amar el dinero…

El doctor Mordecai le respondió a mi papá: “Jose, lo único que debes hacer por Ganem es darles las gracias. Agradecerle por los 20 años que estuviste en su local de Getsemaní, y ahí, conseguiste todo lo que hoy tienes”.

Rodrigo Ramírez Pérez, rorro@rinconguapo.com

La anterior afirmación mi padre me la repitió muchas veces cuando recontaba sus historias de vida. Mi viejo, inició su taller en un local que le rentó a Salomón Ganem en la calle del Pedregal de Getsemaní, cuando se iba a mudar para su propiedad, le consultó a su amigo y compadre Roberto Mordecai (q.e.p.d.) si ameritaba una indemnización por los 20 años de haber estado en ese lugar. El sabio abogado le recomendó ser agradecido…

Hoy recuerdo sus elocuencias de aquellas noches en la terraza de la casa, en una cita médica, cuando nos transportábamos en carro a algún lugar, en fin, mi viejo fue incansable narrador de sus experiencias, que sin duda eran, y siguen siendo, aprendizajes para ser mejores personas…

De tanto contarme sus historias me enseñó a valorar, por encima de poner precio. Entendí que lo bueno cuesta, y no necesariamente por dinero.

Una de las frases más bellas que utilizaba mi viejo era: “El que tiene es el que pierde”. Profunda. Perder dinero tiene repuesto. Pero perder lo que tiene valor como la auténtica amistad, el amor de familia y la confianza son valiosas pérdidas. Muchos carecemos de esos valores, y es ahí, cuando a todo le ponemos precio económico.

Mi viejo fue el primer amigo que incluía en los cinco dedos de mi mano, porque las verdaderas amistades no superan esas cifras, es una jerarquía que viene del alma. Hoy me doy el lujo de restar importancia, a todo el dinero que se me pierde, ninguna plata me convierte en traidor a mis valores, ningún dinero atentaría contra los principios que me enseñó mi viejo. “Don Billete” no es mi dios, por eso a mucha gente le cuesta poder comprarme…

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