Rodrigo Ramírez Pérez, rorro@rinconguapo.com
Así como Juan Carlos Onetti Borges, quien en sus últimos años se volvió ermitaño para huir de la injusticia del mundo, ante esa conducta Luis Eduardo Aute en su canción Imán de mujer, lo describe como un vencido que no renunciaría a dejar jamás el lecho…
Para no irme tan lejos, lo mismo le pasó al colorido personaje e intelectual cartagenero, Juan Zapata Olivella, quien se encerró en su casa de la calle del curato, barrio San Diego, Centro Histórico de Cartagena. Dicen, y a mí no me crean mucho, se desencantó y tuvo una decepción civil porque la ciudad tomaba un mal rumbo, fue cuando comenzó a usar su cuerpo al estilo de Cristo, sacrificarse por nuestros pecados.
Zapata Olivella, se flageló con el confinamiento, descuidó su cuerpo y su salud, cuentan que no hablaba con nadie, que no se bañaba por semanas, que se olvidó del aseo personal y en su encierro se le veía peludo y mal oliente por meses. Que duraba largas horas contemplando las piezas del museo de arte negro que honró su residencia. También, comentaron que era tanto el dolor que se lo tragó solo, algunos cavilaron que fue por su amada Cartagena, otros describieron esa conducta porque enloqueció.
Así como estos dos personajes representativos de la cultura universal, estamos millones de ciudadanos en Colombia, y creería que en demasía para los que vivimos y nos duele Cartagena. Como quien dice: a un paso de huir por realidades absurdas y manipuladas en cabeza de grupezcos hambrientos de poder, dispuestos al imperio de la mentira y el caos, con tal de ser intocables y perpetuar su reino.
Parafraseando a los combatientes, y no necesariamente los que usan armas, cerremos filas para defendernos de estos salvajes que con sus truculentas trampas difaman y engañan por sus plataformas informativas convencionales y redes sociales del Internet, con el fin de mantener a su fiel rebaño acorralado y conforme con el cáncer de mil cabezas que mata a la sociedad, sólo para que los mismos de los últimos 150 años sigan como reyes…
Son tan astutos, que construyeron un sistema corrupto tan permeado y fortalecido, verlo caer es casi que imposible porque se camufla con sus distintos disfraces, sin embargo, mucha gente ingenua y desesperanzada les defiende y creen que las otras puertas que se abren son peores.
Este tema político y corrupto nos está encerrando a muchos, en mi caso personal huyo de las noticias para no andar más indignado de lo que estoy, prefiero alienarme con los videos musicales de mi preferencia, la literatura y ver cine en casa por estas nuevas plataformas digitales. Todo ello, fantásticamente y sin pasaporte que me permite viajar y conocer otras culturas.
Otros días, me escondo en el béisbol de las grandes ligas sin importarme los narradores en inglés, idioma que leo algo y medio entiendo, pero incompresible casi en su totalidad al oírlo. Pues jamás será igual escuchar a los comentaristas latinos que con su original jerga hacen de ese deporte una genialidad. Sin embargo, este refugio fascina mis tardes y noches con la magia de la pelota caliente.
Digamos que estos escenarios de escondites al compás de cervezas, la compañía femenina y algunos amigos que me enriquecen haciéndome más pobre, parafraseando a Silvio, hacen que huya para no enloquecer, sin importar que estos estados etílicos aporten al deterioro de la salud mental y física.
No estoy salvo del todo, en las redes sociales, otro espectro considerado un mal necesario porque ahí, hay que estar a sabiendas que nos siguen manipulando. Me vuelven a acosar las mentiras del sistema perverso y corrupto.
Las redes sociales son las nuevas reglas de la sociedad del consumo que llena de millones en dólares a unos pocos del círculo del poder y a un puñado de influenciadores que con sus estupideces cruzan la frontera de la fama y tienen ganancias económicas fuera de serie: el nacimiento de una nueva herramienta del dinero fácil, creadores de contenido basura para una sociedad semejante a un relleno sanitario.
En este caos de la confusión, huir como lo hicieron Onetti y Zapata podría ser una excelente válvula de escape, pero me acuerdo de mi amigo Gustavo Balanta, quien en su discurso de reivindicación decía: Insistir, Persistir y Resistir. Por fortuna crece la sociedad combativa que antes dormía y se la juega por un país decente e incluyente, y así, honran la premisa de Balanta.
Debo aprender de esa gente valiente que se reveló y regresarme a seguir sembrando la opinión de lo que defiendo y amo. Para nada puedo seguir escondiéndome del imperio del caos.