Rubén Darío Álvarez Pacheco, muchachon@rinconguapo.com
El pasado martes santo lleno de brisa ribereña, por fin se logró la visita al gran acordeonista Ismael Rudas Mieles, en su casa del barrio Ciudad Jardín, al norte de Barranquilla.
El equipo del programa radial “Música del patio”, que se transmite, desde hace 16 años, todos los domingos, de 8 a 10 de la mañana, por UDC Radio, la emisora de la Universidad de Cartagena, venía dialogando con el músico y productor para que nos visitara, a modo de dedicarle las dos horas de nuestro espacio.
Pero diversas circunstancias que no vienen a cuento impidieron que la buena voluntad del acordeonista se concretara, de manera que decidimos ser la montaña en busca del profeta.
Llegamos a su vivienda, aproximadamente, a las 9 de la mañana. Atravesamos el inmenso perímetro y nos acomodamos en el patio (como haciendo honores al programa), a la vez que el profesor Eduardo López Vergara y el poeta René Arrieta Pérez organizaban el computador portátil y el micrófono cardíaco que llevamos para grabar la tan planeada emisión.
Los folcloristas Toño Daza y Franklin Villanueva se tomaban el pelo con el Pollo Isma (como lo bautizó Daniel Celedón), mientras el acordeonista preparaba uno de los tantos cafés que colecciona y guarda celosamente en su cocina.
Una vez ingeridas las tazas de tinto, escuchado anécdotas sueltas, chistes musicales y conatos de poemas, se abrió el micrófono y se lanzaron preguntas, mediante las cuales se activó la memoria prodigiosa del protagonista y objeto de la charla.
El maestro Ismael Rudas nos contó que nació en la localidad de Caracolicito (Cesar), en el hogar de Ismael Rudas Jaramillo, quien era un técnico de acordeones asiduamente visitado por prestigiosos juglares del acordeón como Luis Enrique Martínez, Alejandro y Nafer Durán, Abel Antonio Villa, José María Peñaranda y Pachito Rada Ospino, entre otros, quienes confiaban ciegamente sus instrumentos a las manos sabias del viejo Ismael.
Esas mismas manos de prestidigitador fabricaron el primer acordeoncito que tuvo Ismael, el hijo, quien contaba con poca edad, pero con muchas inquietudes musicales. Tantas, que paulatinamente se fue interesando en la manera de tocar de Nafer Durán, pues se trataba de una sonoridad que no todos los juglares lograban.
Naferito le explicó que se trataba del tono menor. Y no sólo eso: le señaló cómo interpretarlo y le dejó varias tareas para las que practicara y las ejecutara cuando volvieran a reunirse en el patio de los Rudas Mieles.
Pero no sólo fue el magisterio de Naferito. También bebió de las fuentes sonoras de Alfredo Gutiérrez y de Aníbal Velásquez. Con esas exploraciones integró una agrupación polifónica en el interior del país y recorrió gran parte de la nación, hasta que le entraron ganas de seguir echando hacia adelante, pero de otra manera. Es decir, entrando a los estudios de grabación.
A esas alturas ya componía canciones en tonos mayores y en tonos menores, las que llamaron poderosamente la atención del productor Isaac Villanueva, quien lo llevó a formar parte de las toldas de la disquera fuentes, donde grabó tres producciones, para luego trasladarse al sello Caliente donde cobró una relativa sintonía.
Pero la visibilización que andaba buscando se logró cuando se conoció con un joven cantautor de Villanueva (La Guajira) llamado Daniel Celedón Orsinis, quien ya tenía experiencia en grabaciones, pues había hecho parte del conjunto del también villanuevero Israel Romero Ospino.
La unión fue inmediata. La disquera Codiscos les abrió las puertas, para que grabaran el long play “Amigo mío”, del cual hizo parte la mejor versión que hasta el momento se ha logrado del paseo “La gota fría” (Emiliano Zuleta Baquero).
Pero la unión duró poco. Daniel Celedón, sin previo aviso, se fue con el acordeonista Norberto Romero. El pollo Isma se sintió en el aire, pero pronto fue aterrizado por una recomendación del compositor guajiro Romualdo Brito López, quien le habló de un tío que vivía en Río Hacha y que cantaba como todo un gallo de pecho ancho. Se llamaba Adaníes Díaz.
El pollo Isma, sin perder tiempo, arrancó para Río Hacha a escuchar de primera mano la voz del tío de Romualdo, acercamiento que le causó tan buena impresión que de inmediato se lo propuso a los ejecutivos de Codiscos. Así fue como grabaron tres producciones, de las cuales se destacaron el paseo romántico “Morena” (Rafael Manjarrez) y los paseos rápidos “El borracho” (Dagoberto López) y “Mi orgullo” (Diomedes Díaz).
A propósito del paseo rápido, que se puso de moda en la década de los 70 y tomó mucha fuerza en los 80, el pollo Isma explica que fue la natural resultante de la admiración que sintieron los acordeonistas jóvenes de esa época por los trabajos de Aníbal Velásquez y Alfredo Gutiérrez. La idea era que había que producir un paseo vallenato más alegre, que permitiera la posibilidad de arreglos novedosos, atrevidos e impactantes. Y el experimento resultó, puesto que sacudió a los vallenatófilos, sobre todo en los grandes centros urbanos de la Región Caribe.
La unión con Adaníes finiquitó un día en que El pollo Isma se le quedó esperando en un compromiso al cual no llegó, correspondiéndole al acordeonista tocar y cantar las canciones que se habían grabado con la voz del guajiro incumplido.
Entonces ocurrieron dos cosas formidables: El pollo Isma se retiró de Codiscos después de haber grabado el LP “El azote vallenato” con el cantante sucreño Juan Piña, donde no le dieron el crédito, pero se quedó con el orgullo de haber seleccionado todas las canciones y de haber hecho los arreglos más memorables que se hayan concebido en esa época. Para la muestra dos botones: el paseo romántico “Compañera” (Daniel Celedón) y “El almirante Padilla” (Rafael Escalona).
Lo otro grandioso que ocurrió fue que Daniel Celedón se separó de Norberto Romero. Y entonces apareció el compositor guajiro Lenín Bueno Suárez y los invitó a la disquera Philips, de la cual era productor y seleccionador de artistas. Y fue así como nació el glorioso conjunto “El doble poder”.
El resto es historia que pronto relataremos en Música del patio. No se lo pierdan.