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Peleando con los demonios…

¿Cuánto nos cuestas exorcizarnos? Los demonios son tramposos y saben jugar mejor sus cartas.

Rodrigo Ramírez Pérez, rorro@rinconguapo.com

En lo personal han sido muy duro mis combates con los demonios, cuando creo que les voy ganando, ellos, monta una treta perfecta, y sólo, cuando reflexiono me doy cuenta que ganaron.

Lo mismo pasa en Cartagena de Indias, los miles de demonios que gobiernan la ciudad juegan sus cartas a la perfección, provocan el caos en cada momento, impiden que unifiquemos criterios, y lo mejor, nos ponen en disputa teniendo todos la razón.

Las malas decisiones políticas han hecho de Cartagena una urbe de mierda… Así de crudo, la desesperanza se campea en todas las esquinas…Y andamos tan ciegos que en la ciudad pasan cosas maravillosas que ni siquiera las vemos, tenemos una ceguera situacional que a lo bueno le ponemos tantos peros, es decir, le encontramos cinco patas al gato, al perro, a la gallina. Como decía mi vieja: “Todo me hede (yede) y nada me huele”.

El problema de Cartagena somos nosotros, los que la habitamos. Hacemos de un peo un mierdero, de unas gotas de orín que se pueden tapar con un dedo, un meadero pestilente.

No creo que seamos ciudad cangrejera, pues el cangrejo cuando huye y escala, el de abajo lo hala es para armar la escalera y todos salgan de la trampa o hueco, lo que pasa es que ni siquiera alcanzamos a entender el proceso de la cangrejera, porque con la primera caída ya dimos por hecho que los cangrejos son como nosotros, sin remedios. 

El otro día se me dio por reparar la ciudad, por reconocerla, por mirarla por dentro y por fuera, por caminarla, por gozármela, y efectivamente, Cartagena es mágica, ningún otro lugar que yo conozca tiene los encantos de esta capital, pero los que vivimos en ella, estamos endemoniados.

En ese recorrido, me encontré que la gente que vive en las más miserables condiciones humanas, porque una clase politiquera que ellos eligen cada cuatro años por dos pesos, un sancocho, una pea y un baile les roba el dinero que el Estado debe invertir en los más vulnerables. Sin embargo, logran soportar las injusticias, y algunos de ellos, llegan a ser personas sobresalientes, y se convierten en ejemplos de superación que nadie reconoce y destaca. Pues, hace más ruido y vende mejor los periódicos el que mataron a machete.

Me vine para la ciudad que crece al norte, atravesé un túnel o sumergido que me lleva a un plano de desarrollo y remodelación urbana, lo triste es que me queda la duda: ¿Esto es una buena obra? Por supuesto que lo es, y como buen cartagenero debo sacar pecho de eso, pues en los alrededores hay un hermoso paseo peatonal que nos transporta a una ciudad que armoniza lo sustentable: movilidad y espacios para la gente. ¡Qué ciego estoy! En otras urbes se ponen “culones” por menos.

Y sigo en esa misma ruta, y me encuentro con el viaducto el Gran Manglar, el más largo que tiene Colombia, que debió hacerse primero que los puentes del anillo vial, y así, se hubiera evitado tanto invasor de todo calibre en la boca de la Ciénaga de la Virgen, con ello, los desastres naturales que nos indignaron, sin embargo, esa obra de 5.5 kilómetros nos devuelve a una ciudad que se impone por encima de quienes la habitamos sin darnos cuenta de todas las potencialidades de la Heroica.

Y qué decir de otros puntos de la ciudad, es verdad que se crece sin planificación y con desorden, pero ahí, la culpa es de quienes elegimos a los corruptos para que se roben la plata que deben invertir en una asertiva planeación urbana, y por efecto, verdaderas obras civiles de infraestructura, de amueblamiento, y nos falta lo mejor, que inviertan en la gente, para que aprendamos a valorar nuestra Cartagena. Eso, jamás lo quieren los delincuentes y corruptos que nos han gobernado.

Por eso, necesitamos sacarnos los demonios, mi pregunta es: ¿Estamos dispuestos a exorcizarnos?

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