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“Hasta que lo hiciste”

Una ciudad que aún se sueña en pantalla.

Ricardo Elder Ramos Ramos* – griots.soluciones@gmail.com

Cuando vivía en Santa Rita, los fines de semana eran para la aventura: salir con Alex —mi hermano de callejón— a buscar películas en VHS por otros barrios. Éramos dos pelaos metidos en una cruzada cinéfila sin saberlo. Él fue el primero en tener un VHS en el Bolsillo, el callejón donde vivíamos. Tener eso era como tener una nave espacial. En mi casa solo había un viejo reproductor BETA, de esos que uno debía golpear con cariño para que funcionara.

Nos fascinaban las películas de acción, sobre todo las de acción, las de artes marciales. Las veíamos como quien espía otros mundos por una rendija. Una tarde, viendo una de esas pelis de karate, Alex me preguntó: “¿Por qué aquí no se hacen películas así?”. Yo no supe qué responder. ¿Cómo se hacía cine? ¿Quién hacía cine en Cartagena? ¿Acaso era posible?

Con los años, mientras la vida nos sacaba a cada uno por su camino, esa pregunta se quedó rebotando en mi cabeza. Hasta que la convertí en acción. Años después filmé Se Quemó la Panela, en el mismo callejón que nos vio crecer. Lo hicimos con el colectivo de comunicaciones que había formado junto a otros chicos en Funsarep a las faldas del Cerro de la Popa: Griots Comunicaciones. Era nuestra segunda experiencia audiovisual, pues antes ya habíamos grabado El Man Correcto.

Alex, ya más grande, ya más sabio, y como siempre, con su sonrisa tranquila, me soltó una frase que todavía guardo como un premio: “Hasta que lo hiciste… ahora solo falta la de karate”. Nos reímos. Como si de verdad no fuera suficiente con que la ciudad y su gente, por fin, hubieran salido en pantalla.

Hoy Cartagena cumple 492 años. Una ciudad llena de historia, sí, pero también de olvidos. Se celebran las murallas, los balcones coloniales, la plaza de los turistas. Pero poco se conmemora la Cartagena popular, la del Pozón, la de San Francisco y Nelson Mandela, la de Santa Rita. Esa Cartagena que, aunque no se nombra en los actos oficiales, insiste en contarse a sí misma. A veces en una canción, a veces en un mural… y otras veces, en un corto de barrio.

En una columna pasada hice un recuento de algunas producciones nacidas desde la ciudad y la región, desde los márgenes, desde los sueños. No están todas, y seguro me faltarán muchas otras. Pero lo importante no es la lista, sino la certeza de que el cine cartagenero existe, resiste y se sigue soñando.

Y eso tiene un valor inmenso. Porque Cartagena no solo necesita que la filmen desde afuera: también necesita que la narren desde adentro. Que se cuenten las historias que no salen en los noticieros, las que ocurren en los patios, en los callejones donde un par de niños sueñan con filmar peleas de karate, sin saber que años después uno de ellos lo logrará. Y que el otro, aunque ya no esté, verá esa historia proyectada en la memoria.

Feliz cumpleaños, Cartagena. Que algún día también te celebres desde tus barrios.

Cineasta y comunicador social*

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