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“La Cruz del Cristo”, la primera novela de Claudia Bossa

𝐄𝐬𝐭𝐞 𝐞𝐬 𝐦𝐢 𝐚𝐩𝐨𝐲𝐨 𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐨𝐥𝐞𝐠𝐚 𝐲 𝐩𝐚𝐢𝐬𝐚𝐧𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐚𝐭𝐫𝐞𝐯𝐢𝐨́ 𝐚 𝐝𝐚𝐫 𝐮𝐧 𝐞𝐧𝐨𝐫𝐦𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐥𝐢𝐭𝐞𝐫𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚, 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞́𝐬 𝐝𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐞𝐣𝐞𝐫𝐜𝐢𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐩𝐞𝐫𝐢𝐨𝐝𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐲 𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐫𝐞𝐜𝐡𝐨. 𝐋𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐯𝐢𝐭𝐨 𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐱𝐚𝐦𝐢𝐧𝐞𝐧 𝐨𝐛𝐣𝐞𝐭𝐢𝐯𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐫𝐭𝐢́𝐬𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐜𝐚𝐫𝐢𝐛𝐞𝐧̃𝐚.

Rubén Darío Álvarez Pacheco, muchachon@rinconguapo.com

En su primera novela, “La cruz del Cristo”, la escritora cartagenera Claudia Bossa se aleja de las fórmulas prefabricadas y apuesta por una narración valiente, cargada de crítica social, realismo emocional y retratos cotidianos de una ciudad que pocas veces se cuenta con tanta crudeza.

La autora, quien durante algunos años ejerció como periodista especializada en temas judiciales, debuta en la literatura de ficción con una obra que no pasa desapercibida. Desde sus primeras páginas, se percibe una intención clara de narrar desde la experiencia, la observación y una sensibilidad entrenada para detectar lo que se esconde detrás de lo evidente.

Ambientada en Cartagena, “La cruz del Cristo” evita los paisajes de postal. Aquí no hay murallas iluminadas ni balcones floridos: la ciudad que se retrata es la del calor abrumador, el caos urbano, el ruido de las busetas, las tensiones de clase y los dilemas morales que marcan el día a día de sus habitantes.

La historia se centra en Donaldo y Mónica, un matrimonio caribeño atrapado en las contradicciones del machismo, las apariencias y la búsqueda de sentido en medio de una vida cotidiana llena de heridas no resueltas. Donaldo, juez de profesión, representa a un hombre con poder público, pero fragilidad interna. Mónica, su esposa, se inicia como una figura silente y contenida, pero con el tiempo cobra protagonismo y agencia.

En esta novela, Bossa construye personajes que parten de arquetipos conocidos, pero les da matices y evolución. El lector los acompaña en sus contradicciones, decisiones y fracturas emocionales, sin que la narración caiga en el maniqueísmo ni en el juicio moral.

Uno de los aciertos más notables es el uso del lenguaje. La autora capta con acierto el habla local, los giros caribeños, el ritmo del castellano costeño sin caer en la caricatura. Este elemento aporta verosimilitud y enriquece el tejido narrativo con una autenticidad que se agradece.

La ciudad misma se convierte en un personaje más. Está presente no sólo como escenario, sino como fuerza viva: se filtra en las emociones, en las relaciones sociales, en los silencios de los personajes y en las decisiones que toman. Cartagena no es sólo contexto: es causa, eco y espejo.

En “La cruz del Cristo” hay también una tensión constante entre lo íntimo y lo colectivo. Los dramas personales de los protagonistas están conectados con estructuras sociales más amplias: el patriarcado, la religiosidad popular, la violencia simbólica, el clasismo y las expectativas impuestas.

El título de la novela no es casual. La cruz no es únicamente un símbolo religioso, sino también una carga, un destino marcado por la culpa, el sacrificio y la imposibilidad de redención en un sistema que premia la apariencia y castiga la vulnerabilidad.

A pesar de tratarse de una primera obra, la novela revela una mirada crítica, comprometida y bien informada. Se nota que la autora conoce de cerca los temas que trata, tanto desde su ejercicio profesional como desde su vivencia en la ciudad.

Por momentos, el ritmo narrativo se resiente. Hay pasajes en los que el simbolismo resulta demasiado evidente o donde la tensión narrativa decae. Sin embargo, estos desajustes no opacan el valor del conjunto, ni la honestidad con la que está escrita la historia.

La novela no se escuda en fórmulas fáciles ni en resoluciones predecibles. Su apuesta es clara: mostrar lo irritante, hablar de lo que suele silenciarse, exponer las fracturas que atraviesan nuestras culturas y cuestionar los cimientos sobre los que muchas veces se edifican el “éxito” o la “normalidad”.

El estilo narrativo aún está en proceso de consolidación, pero ya deja entrever una voz propia, con personalidad y con un interés genuino por el trasfondo humano de sus personajes. Hay en Claudia Bossa una escritora que escribe desde la conciencia, no desde la moda.

Más que una novela perfecta, “La cruz del Cristo” es una obra honesta. No pretende deslumbrar, sino provocar. No busca respuestas cerradas, sino abrir preguntas. Es un texto que invita a mirar hacia adentro y a confrontar estructuras aprendidas con una mirada crítica.

El valor de esta obra no está sólo en lo que cuenta, sino en el gesto de atreverse a contarla. En un contexto donde abundan las narrativas planas y el entretenimiento fugaz, apostar por una historia densa, cargada de memoria y complejidad, es un acto de resistencia cultural.

Por eso, “La cruz del Cristo” puede leerse también como una declaración de principios. La autora no sólo escribe una novela: se posiciona. Y en ese posicionamiento hay valentía, pero también sensibilidad, rigor y respeto por la literatura como espacio de pensamiento.

Esta primera novela funciona como una piedra fundacional. Abre un camino, insinúa posibilidades, deja preguntas abiertas. Y anuncia, sin necesidad de proclamarlo, que Claudia Bossa tiene mucho más por escribir y por decir.

Quienes se animen a leerla encontrarán una historia que sonroja, que interpela, pero que también conecta con lo más humano: la fragilidad, el deseo de redención y la necesidad de justicia, tanto íntima como social.

“La cruz del Cristo” es, en definitiva, una invitación a mirar la ciudad con otros ojos. Y también a mirar(nos) con mayor honestidad.

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𝐏𝐨𝐬𝐝: 𝐋𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐞𝐬𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐚𝐝𝐪𝐮𝐢𝐫𝐢𝐫 ❞𝐋𝐚 𝐜𝐫𝐮𝐳 𝐝𝐞𝐥 𝐂𝐫𝐢𝐬𝐭𝐨❞, 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐨 𝐦𝐞𝐝𝐢𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐥 𝐧𝐮́𝐦𝐞𝐫𝐨 𝟑𝟏𝟔𝟖𝟐𝟎𝟓𝟎𝟔𝟎

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