“La mayoría de las cosas que sé de la música, están fuera de los confines de ella misma —dic Tatis—. Por eso digo que es bueno dedicarse a varias actividades, tener algo alterno que permita aplicarlo a la música y viceversa”.
Rubén Darío Álvarez Pacheco, muchachon@rinconguapo.com
En los últimos años la figura de Leonardo Tatis Serrano —Leo Tatis— ha llamado poderosamente la atención de los buenos amantes de la música, y específicamente de los fanáticos del rock y el jazz, pues el susodicho instrumentista goza de una base formativa cimentada en esos dos ritmos.
Tatis Serrano nació en Cartagena, donde, desde muy pequeño, se acostumbró a escuchar historias referentes a Pedro Serrano, el abuelo materno, quien se desempeñaba como acordeonista en las siempre ignotas tierras del sur del departamento de Bolívar.
Al mismo tiempo también se le volvió costumbre el presenciar su casa invadida de discos y melodías de jazz que su padre, el poeta cordobés Gustavo Tatis Guerra, coleccionaba y escuchaba durante los espacios que le dejaban sus aficiones escriturales.
Tendría algunos siete años de edad cuando le regalaron un pianito electrónico, que, a pesar de no poseer todas las posibilidades sonoras, le servía para reproducir cualesquiera de las melodías que escuchaba en la calle, en el colegio o en su casa, lo cual le sirvió de cimiento para ocuparse, en segunda instancia, de la guitarra, instrumento con el cual formó su primera agrupación musical.
Se llamaba “Grupo quark”. Con ese conjunto practicaba las canciones de bandas rockeras como Sepultura, Pantera, Guns N’ Roses, Nirvana y Metallica, de las cuales apreciaba el poder, la fuerza interpretativa capaz de enloquecer a las multitudes, una cualidad que, según Tatis Serrano, no se consigue con el jazz, pues, a pesar de que también tiene fuerza y poder en la interpretación, lo único que logra es que el público se mantenga sereno y relajado durante un concierto.
Al tiempo que ejecutaba las cuerdas con su grupo rockero, también hacía parte del coro del colegio Comfenalco, donde estudiaba el bachillerato, pero también recibía las primeras instrucciones formales en música con el profesor Armando Salazar, director de la tuna y quien lo introdujo en teoría y escritura musical.
Sin embargo, Leo Tatis suele asegurar que la parte empírica también le ayudó a fortalecer sus conocimientos musicales, en los cuales también participó Juan Álvarez Altafulla —Juancho Álvarez—, director de la orquesta Barbacoa, quien le confío algunas claves para la creación de arreglos instrumentales y manejo de voces.
Más adelante se radicó un tiempo en la ciudad de Bogotá, donde estudió al amparo de Héctor Enrique “Kike” Purizaga, un músico y productor peruano, quien le mostró otros conceptos de la música, que le fueron muy útiles, para grabar en un casette que sería como el examen de admisión para ingresar a un curso de verano en Berklee College of Music, de la ciudad de Boston, Estados Unidos.
Gracias a esa grabación fue aceptado en el curso de verano. Para entonces, contaba con 16 años de edad y bastante hambre para interesarse en todo lo que fueran conocimientos musicales novedosos, por lo cual, una vez terminado el curso de verano, le apostó a quedarse en la universidad por cinco años.
Durante ese lustro, Leo Tatis se sorprendió de que en el alma mater no únicamente enseñaban arreglos para jazz y performance musical, sino que también se hablaba de Historia del Arte y de otras áreas no necesariamente relacionadas con la música, pero sí propicias para formar a un artista integral, como dice sentirse ahora.
En los tiempos libres aprovechaba para viajar cuatro horas a New York a escuchar, en vivo y en directo, sus grupos de jazz preferidos; y, a la vez, abonando el terreno para radicarse en la Gran manzana, en cuanto concluyera la carrera en Berklee College of Music.
Y el sueño se cumplió: se radicó en New York otros cinco años, durante los cuales hizo parte del quinteto de latin jazz de Joaquín Posso, un músico y compositor cubano residente en el distrito de Manhattan, quien quedó impresionado ante las habilidades de Leo Tatis con la trompeta. Ese periplo duró dos años.
Seguidamente, Tatis Serrano armó su propio grupo, con el cual se presentó en escenarios de trascendencia cultural, como el Museo Metropolitano de Arte y en diferentes festivales de latin jazz.
Transcurridos los cinco años, el trompetista afirma que nunca pretendió radicarse definitivamente en New York, puesto que sus planes de hacer fusiones musicales tenían más asidero en un escenario como Cartagena de Indias y el Caribe colombiano en general.
Pese a que en Estados Unidos conviven excelentes músicos colombianos y latinos, por demás, el cartagenero ideaba una fusión de ritmos folclóricos de la Región Caribe colombiana con los sonidos universales que había aprendido en sus años de estudiante universitario, pero esa clave, ese feeling, ese lenguaje que manejan los músicos de la Costa norte colombiana no estaba entre los latinos radicados en Estados Unidos.
“En New York —ratifica—, uno logra conseguir un mote de queso, pero no es lo mismo que conseguirlo en Sincelejo, Montería o Cartagena. Así pasa con la música: uno logra conseguir latinos que se le midan a una cumbia, a un porro o a un chandé, pero nunca lo tocarán como un músico del Caribe colombiano, aunque ese músico jamás haya pisado una universidad”.

Pese a que ya tenía algunas composiciones de su propia autoría, en cuanto retornó a Colombia se reunió con Los gaiteros de San Jacinto, en su propio municipio, para encontrar el sonido que estaba maquinando, para posteriormente sí lanzarse al ruedo con sus canciones y la sonoridad que tanto andaba buscando.
“Creo que la inquietud por la búsqueda de ese sonido me persigue desde antes de irme para Berklee College of Music, cuando hacía parte del grupo de Totó la mompoxina, con quien estuve en varias partes de Estados Unidos, Europa, África, India, Sri Lanka, Korea y muchas partes más, que me sirvieron en demasía para alimentar mi curiosidad musical. En esos sitios terminé de comprender que la música también es un lenguaje, pues ninguno de nosotros hablaba esos idiomas de Asia y África, pero nos entendíamos muy bien con esos instrumentistas con sólo ponernos a tocar”.
Pero estando en Cartagena se percató de otro aspecto importante: el músico cartagenero está obligado a reinventarse constantemente, a no negarse a las oportunidades que se le presenten. Por eso, a estas alturas, le es dado transformarse en un trompetista y cuerdista de jazz, rock, salsa, merengue dominicano, champeta, vallenato, boleros o baladas, pero sin dejar de soñar con materializar el sonido que tiene en mente.
“En un ambiente como el nuestro —sostiene— es muy difícil solidificar una carrera musical, porque los tiempos no siempre son fructíferos. Hay unas épocas de sequía que no todos las resisten. Recuerdo que en mis inicios me surgió la oportunidad de hacer un casting para escoger instrumentistas. Se presentaron como trescientos, de los cuales actualmente sólo tres hemos seguido seriamente en la lucha”.
En estos momentos, Tatis Serrano lleva gran parte de la tarea hecha, pues ya organizó el “Quinteto de Leo Tatis” y está lanzando sus primeras canciones con el sonido que ambiciona, piezas que pueden contemplarse con calma en videos de www.youtube.com, donde se despliega la música folclórica combinada con armonías de jazz, “pero la parte más importante de todo eso —aclara— es la improvisación. Considero que la improvisación es mi fuerte, ya sea desde la trompeta o desde las cuerdas”.
Es así. Leonardo Tatis empezó practicando la guitarra, pero ahora posee un tiple con el que hace las veces de trecero, aspecto sobre el cual pudieron dar su testimonio gigantes de la música latina como Johnny Pacheco, Mario “Papaíto” Muñoz, Larry Harlow, Héctor Casanova, John Jairo Sayas (“El Sayayín”), Pupi Legarretta, Petrona Martínez, Joe Arroyo y Rudy Calzado, entre otros, a quienes acompañó en giras de conciertos dentro y fuera de Colombia.
El quinteto de Leo se encuentra en estudios de grabación discográfica de Barranquilla, Turbaco y San Jacinto, donde experimenta con piano, bajo, batería, piano, trompeta y flauta, para tocar porros, cumbias y chalupas enriquecidos con los sonidos universales que el director trae en su equipaje desde que salió de Berklee College of Music.
“La mayoría de las cosas que sé de la música, están fuera de los confines de ella misma —explica—. Por eso digo que es bueno dedicarse a varias actividades, tener algo alterno que permita aplicarlo a la música y viceversa. Yo, por el momento, practico el pranayama, que me ayuda con el control de la respiración y la mente. Espero también poder dedicarme a la pintura, porque sé que me dará una perspectiva diferente para aplicar en mi música”.
Para Leo Tatis, el arte no tiene misterios, ni magia, ni nada secreto. Sólo hay que dedicarse a él en cuerpo y alma, practicándolo de día, de noche, de madrugada, a toda hora, “como si mañana se fuera a acabar al mundo —afirma y agrega:—. Hay colegas que me dicen que les tire algún secreto para ellos también aprender. Y les respondo que no hay secretos, que lo único que tienen que hacer es enloquecerse y ponerle pasión a lo que están aprendiendo”.