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Transcaribe, 10 años después…

Para finales de 2015, el alcalde del momento, Dionisio Vélez Trujillo puso en marcha Transcaribe. Con una flota muy pequeña arrancó el servicio por la troncal de la avenida Pedro de Heredia, la primera semana o los 15 primeros días fue gratis la novedad de subirse a los articulados o buses padrones.

Rodrigo Ramírez Pérez, rorro@rinconguapo.com

La proyección era que la flota de buses aumentaría y se pondría en marcha las rutas pretroncales y alimentadoras con la meta que en un lapso de dos años toda la ciudad estaría cubierta por los buses del nuevo sistema de transporte masivo, con ello, Cartagena por fin daría el salto a contar con un servicio moderno que elevaría la calidad de vida de los ciudadanos y mejoraría la movilidad.

Diez años después, al ritmo de hicoteas el sistema ha avanzado muy poco, no ha cumplido sus metas, no ha elevado la calidad de vida de los cartageneros ni mucho menos ha sido una solución a la movilidad que actualmente es un caos por donde se quiera mirar.

El problema de Transcaribe, como muchas mega obras de la ciudad, es que nacen muertas porque políticamente se piensa más en el negocio del gobernante de turno con su grupo de financistas y contribuyentes de la campaña electoral.

El secreto a voces es que en esas obras de infraestructuras son el fortín de la corrupción que todo lo corroe como el comején, y al final, frustración a gran nivel porque lo que quedan son obras de vergüenza y sin sentido de pertenencia. Por eso, ninguna novedad en la evolución de ellas resulta atractiva.   

Triste la realidad que no podemos ocultar; es la misma sábana sucia con la que nos toca dormir y nos resistimos a cambiar…

Sin embargo, voy a retomar el sueño optimista de hace más de 20 años cuando se gestó la implementación de Transcaribe, además, de proyectarse como una mega obra que daría una solución de fondo a la guerra del centavo por el servicio de pasajeros en buses y busetas, traía algo nuevo, solución a la movilidad que implica más allá de la descongestión vial, sentido de pertenencia por la ciudad y elevar la calidad de vida de los cartageneros.

Todo eso se quedó en buenas intenciones. Al concebirse Transcaribe para muchos era más un problema que una solución estructural a una sociedad que se resiste salir del pensamiento subdesarrollado.

El gremio del transporte de buses y busetas que tenían el monopolio de ese servicio en la ciudad hizo una mejor campaña para mostrar a Transcaribe como un mal, y así, superó las expectativas de las autoridades en vender las bondades de la mega obra.

Brilló la ausencia de educar a la sociedad en apropiarse de Transcaribe, pese a las propuestas de especialistas que recomendaban preparar a los cartageneros para la implementación del sistema, ningún alcalde, ni concejal, ni empresario, ni agremiaciones lideraron un plan que ofertara al nuevo sistema como un cambio al desarrollo urbano y ciudadano.

Sin esa carta de navegación sobre la mesa, las bondades de la mega obra cuando se gestó hace 20 años comenzó a morir con el inicio de los trabajos que construyeron la troncal por la avenida Pedro de Heredia.

Afloraron las improvisaciones y sobrecostos de las obras que tomaron casi 10 años para concluirlas, con ello, caos en la movilidad, perjuicio a la productividad del comercio sobre la avenida Pedro de Heredia y miles de problemas más. Los cartageneros vimos como se izó la bandera corrupta sobre la mega obra. Esa “cagada fétida” restó mucho a las bondades de la infraestructura.

Entonces, lo que la gente veía era un problema estructural, y no, ese sistema de transporte masivo que en ciudades como Cartagena bien concebido podría ser modelo a nivel nacional e internacional.

Hablemos de movilidad, muchas áreas del trazado de la troncal cuentan con amplios espacios públicos a manera de bulevar para uso peatonal, con señalética para invidentes, empradización y hasta ciclovías se hubiera podido implementar.

Sin embargo, ese espacio público fue ocupado por invasores de toda índole, no hubo una política pública que cambiara el chip, por ejemplo, generar planes parciales para sacar de la Avenida Pedro de Heredia el comercio de las autopartes, ferreterías y demás afines.

Ello, hubiera cambiado la dinámica económica de la troncal por negocios de vitrinas como almacenes de ropa, calzado y similares; cafeterías, zona rosa, supermercados, hoteles, en fin; toda una actividad económica que hiciera más agradable usar el Transcaribe, pues la gente propietaria de automóviles dejaría su carro en casa y usaría el sistema que debería garantizar seguridad en todos los sentidos a cambio de una mejor movilidad.

En ese orden de idea, con el ejercicio de autoridad se hubiera podido sacar de la Pedro de Heredia las motocicletas, buses y busetas, prohibir el paso de motos en el bulevar y los cruces peatonales en las estaciones, en fin, seguramente, hoy 10 años después de la implementación de Transcaribe posicionaría a Cartagena como modelo en movilidad.

Y si se hubiera implementado en dos años como era el plan un servicio eficiente de Transcaribe en toda la ciudad con sus pretroncales y rutas alimentadoras, ello, de verdad, nos ubicaría en una ciudad modelo en el sistema de transporte masivo de pasajeros.

Pero nos toca bajarnos del Transcaribe frustrado, y poco nos alienta las noticias de la implementación de buses ecológicos ni las cifras con las que hace días las autoridades sacaron pecho al revelar que se están movilizando diariamente 110 mil pasajeros, si tuviéramos en escena el proyecto con que se nos vendió el sistema, esas estadísticas fueran superiores hasta cuatro o cinco veces.

Y si el ejercicio de la autoridad fuera coherente con Transcaribe, ningún motociclista usura la troncal, por el contrario, la respetara y las cifras trágicas de victimas por accidentes de tránsito fueran mínimas.

Son más las frutas descompuestas que nos toca recoger en los 10 años de Transcaribe que las buenas para paladear y sacar pecho como ciudadanos de Cartagena.

Sin embargo, aún creemos que todavía se puede corregir, aprender de la prueba-error y comenzar a timonear a Transcaribe por la ruta correcta del desarrollo urbano, de la solución al transporte de pasajeros y de la movilidad. Todo ello, sin duda nos haría mejores ciudadanos con sentido de pertenencia y orgullosos de superar el pensamiento subdesarrollado, que nos hace pesimista y frustrados…

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